El tren de las 3:33
“Sueños que no hacen ruido”
Siempre he tenido fascinación por las cosas cotidianas. Ver más allá en una taza de café, una tarde de lluvia o un simple gato negro. Quizás tan solo sea una ilusa… a mí me gusta llamarme “romántica”.
Haciendo unos retos de escritura para no perder la costumbre y no caer en bloqueos, salieron unos relatos que me gusta llamar “Sueños que no hacen ruido”.
Para ser tan poco común como estos relatos son, comenzaré enseñando el último.
El tren de la 3:33
El tren no tenía conductor, ni pasajeros... y, sin embargo, todas las noches pasaba exactamente a las 3:33. Antón, que, por circunstancias de la vida, no le quedaba otra que dormir entre los misterios de la estación, llevaba días observándolo completamente asombrado.
Comenzó preguntándose qué haría un tren allí a aquellas horas, en las que ni si quiera el acceso de la estación era posible, a no ser que esperases en los baños hasta el cierre, como él frecuentaba a hacer, pero no pudo evitar esconderse ante el miedo de ser descubierto.
El segundo día, algo más mosqueado, decidió asomar la nariz entre los ventanales del tren, bastante sucios y oscuro por dentro para ver con claridad. Aun así, pareció ser bastante evidente que no portaba a ningún pasajero. Antón se preguntaba si tan solo se trataba de una parada mecánica o algo del estilo. ¡Un tren que volvía a casa, nada más!
El tercer día dudó en volver a la estación. Un escalofrío lo recorría de tan solo escuchar un tren pasar, y todo se volvía mucho más oscuro si el reloj marcaba las 3:33 y se encontraba completamente a solas.
Pero, sin nada que perder, aquel día decidió echarle valor y acercarse a la cabina del conductor. Lo tenía todo pensado: fingiría estar completamente asustado por haberse quedado allí atrapado y le pediría ayuda, ya encontraría donde dormir más adelante. Lo que no pensó Antón fue que se le fuese a helar la sangre ante la cabina completamente vacía. Ni un rastro de ser humano en ella. Aquel día retrocedió hacia atrás y esperó encerrado en el baño hasta la apertura de la estación.
Tenía decidido no volver, pero ya lo tenía dentro. Era inevitable: el misterio lo había hipnotizado, porqué iba sino cualquier persona a pasar una semana entera viendo un tren completamente desolado que sigue su rumbo.
Llegó un día en el que no lo pudo seguir evitando. Como si de el tren a su antiguo trabajo se tratase, Antón esperó parado en el andén desde las 3:30. Y, tres minutos después y como era costumbre en aquellas vías, el tren hizo su parada. Aunque temblaba, no lo dudó: accionó la manilla que abriría la puerta. Por un momento deseó que no lo hiciese, que tan solo fuese un tren fuera de servicio lo suficientemente moderno para ser llevado sin conductor.
Pero sí, lo hizo. Y Antón, con un pie en el tren y otro en la plataforma, dudó. Lo hizo porque sabía que aquello no era lo correcto. ¡Qué nada tenía sentido y qué él lo estaba perdiendo también! Pero, como si hubiese sido empujado, se lanzó a sus asientos, de aparente normalidad.
Una vez inició la marcha, se dedicó a registrar cada uno de los vagones en busca de algún rastro humano, aunque de una chaqueta olvidada se tratase. Pero nada, aquel trasto antiguo se encontraba totalmente desolado.
Tras mucho tiempo de trayecto, Antón, ya sentado, alzó la cabeza hacia el reloj: las 3:33. Aquello debía ser un error. Harto ya de ver oscuridad a través de las ventanas, de no encontrar otras paradas y no salir nunca de aquel túnel, Antón fue consciente de que quizás el tren volvería a casa, pero de que él jamás volvería a hacerlo.
¡Gracias por llegar hasta aquí! Me hace mucha ilusión ir enseñando mis pequeños proyectos poco a poco en lo que voy inventando nuevos. Es un esfuerzo enorme para mí perder el miedo a mostrarme en público, así que de verdad agradezco cualquier tipo de feedback!! <3